Lanzamiento libro "Este Museo no es un Museo"

Acerca de la autora

Lia Colombino nació en Asunción, en 1974. Es máster en Museología por la Universidad de Valladolid. Fue parte de los seminarios Identidades en Tránsito y Estudios de Crítica Cultural del Seminario Espacio/Crítica (2001-2008). Se encuentra realizando el Doctorado en Artes por la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires (en convenio con la Universidad Nacional de Misiones, Argentina). Es directora del Museo de Arte Indígena del CAV/Museo del Barro,desde 2008, y coordinadora del Seminario Espacio/Crítica, desde 2009 hasta 2017. Desde 2009 integra la Red Conceptualismos del Sur. Es cofundadora de Ediciones de la Ura, colectivo transdisciplinar. Coordina Abrapalabra-Taller de Escritura desde 2000 así como de Tragaluz/Espacio Transversal, en donde se realizan talleres, cursos y encuentros. Actualmente y desde 2018, ocupa el cargo de directora en el Instituto Superior de Arte “Dra. Olga Blinder” de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción. Ha curado muestras, coordinado proyectos de arte y literatura. Ha escrito para medios de comunicación y publicaciones especializadas, y ha dado charlas y conferencias tanto en Paraguay como en el exterior.

El Centro de Artes Visuales/Museo del Barro y la Fundación Itaú invitan al lanzamiento del libro Este museo no es un museo: Museo del Barro: historias, mito y comunidad de Lia Colombino, a realizarse el día sábado 24 de junio a las 18 horas en la Sala de Cerámica Popular del Museo del Barro. El libro será presentado por Milda Rivarola.

El libro narra la historia del Museo del Barro y sus antecedentes, que se remontan a más de 50 años de trabajo de creación, institución de espacios culturales y desarrollo pensamiento sobre la producción simbólica en el Paraguay.

Con base en un sostenido trabajo de inmersión de archivo, junto con testimonios y las vivencias de la autora en la proximidad del proyecto del museo, el libro además busca responder a quién se debe la institución y de qué modo se vuelve un espacio de celebración de la diferencia.

El libro se lanza en el marco del cierre de la exposición El caudal: 50 años de un inicio, con curaduría de Ticio Escobar y expografía de Osvaldo Salerno, que conmemora medio siglo de la Colección Circulante, un conjunto de obras gráficas conformado y expuesto en diversos espacios por Carlos Colombino y Olga Blinder, y que constituye uno de los gérmenes de la colección del Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro. Esta exposición cuenta con apoyo de la Fundación Itaú.

Texto de presentación de Milda Rivarola

Si se me permite una boutade inicial, en nombre de Carlos Colombino, este libro debería titularse Este museo es El Museo. De explayarse en la humorada, él agregaría “es el único, no hay otro”. Lia nos entrega hoy una mirada menos soberbia, más crítica y académica. Una suerte de historia intima del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, e íntima en múltiples sentidos. Es una narrativa que recorre su trayectoria desde dentro, desde la doble infancia suya y del museo, y es la memoria de una magnífica idea –de un revolucionario proyecto de cultura– impulsada por grandes pasiones.

Aunque choque a sus fundadores–agnósticos todos–, surge el paralelismo de la construcción del museo con la de un templo. No sólo porque fue concebido con “la desmesura de la pasión”, con ferviente entrega a expresiones “heréticas” de cultura. O porque albergue piezas cargadas de sacralidad –la imaginería religiosa colonial, los objetos rituales de pueblos campesinos e indígenas, y miles de otras “dignas de veneración y respeto”, una de las definiciones de lo sacro–. Sino también porque fue cobrando –a lo largo del medio siglo– la cualidad de refugio propia del santuario clásico. El lugar donde se guarda y protege, en el que se enaltece lo que está siendo destruido fuera, lo despreciado, avasallado en el exterior. Donde una nación comprende y preserva las diversas formas de su identidad y de su belleza. Tampoco es el frío depósito de vestigios del pasado: una vez reconocidas, restituidas en su condición de arte, estas formas resurgen, y se multiplicanen nuevos significados.

Refugio donde no sólo artistas o intelectuales sino incluso los “comunes” encontramos razones para vivir en un país asfixiado por el infortunio. Cada vez más desatinado en sus signos y en sus símbolos. La alegoría es útil: ver el Museo del Barro como una suerte de templo laico nacido de múltiples herejías. La de un acervo de arte contemporáneo viajante, sin lugar propio, la de barros campesinos exhibidos en una casita de periferia. La que supo ver en el Cabichuí –ese “periódico de caricaturas despreciables” según el historiador Antonio Zinny– el noble origen de nuestro grabado popular.

La etimología del hairetikós remite a la decisión libre –del pensamiento y/o de la acción– frente a algúnorden establecido. Ese fue el trabajo –abusando de la metáfora– de Ticio Escobar respecto a las piezas que en postales y fotos del 1900 se titulaban despectivamente “cachivache de indios”.  Él logró reconocer y reunir esa “belleza de los otros” en un majestuoso Museo de Arte Indígena.

Esa “irreverencia” de la mirada museística pasó de la cerámica de Juana Marta Rodas, Julia Isídrez o Ediltrudis Noguera a los dibujos a bolígrafo del ishir Ogwa o del nivaklé Esteban Klassen, a las máscaras de Prisciliano Candia. Con idéntica apreciación crítica, el museo rescató y valorizó los oleos de artistas urbanos como Ignacio Núñez Soler, Mita’i Churi o Benjazmín Ocampos.

Así reconocidas en su status artístico–que, perteneciéndole por derecho propio, les había sido antes negado–, así legitimadas, esas múltiples expresiones se desarrollan en su máximo potencial. En el Museo de Arte Indígena, la espléndida pareja de tallas antropomorfas avá-chiripá, elevada desde los milenarios apykás, indica este proceso liberador. Rota la pesada lápida de la negación, esas artes construyen un futuro.

Lia Colombino recuerda El mito del arte y el mito del pueblo (1986) como marco teorizante de principios quedieron sentido al museo. En realidad, el tránsito del Centro de Artes Visuales está acompañado de una continua elaboración intelectual, desde los primeros catálogos de exposiciones, pasando por los escritos de Ticio Escobar, de Osvaldo Salerno, de Justo Pastor Mellado, hasta llegar al texto de la misma Lia Colombino hoy.

El CAV es entonces legible como una empresa de actuar reflexivo, crítico, pensante. Esa impulsión resulta tan intensa que hasta Ricardo Migliorisi, el infatigable creador de lo fantástico, tan reacio a teorizaciones, se sumó también finalmente “al placer del texto, al juego de la escritura”.

Lia recobra el carácter íntimo de esta historia del No Museo en capítulos que rememoran las trayectorias vitales de sus fundadores. Rescata el legado de sus múltiples ancestras –Josefina Plá, Olga Blinder, Branislava Susnik– y de sus compangnons de route –la numerosa lista es encabezada por Ysanne Gayet–, datando y narrando la forma enque esas diversas pasiones confluyeron en la génesis del CAV.

En los últimos capítulos, el libro cobra un sesgo autobiográfico para Lia: no diría la última –con medio siglo de existencia, supo abrir una larga historia futura–, sino la etapa más reciente del CAV/MdB. Cuando a través de sucesivos seminarios –Identidades en Tránsito, Crítica Cultural, Estudios de Contingencia, Poscoloniales y Liminales, Espacio-Acontecimiento, Espacio/Crítica–asume funciones formadoras, de diálogo entre diversas disciplinas. En vías de devenir un think tank de filosofía y arte, política y cultura. El templo-refugio se torna campus y ágora, espacio abierto a la formación y debate de críticos saberes.

Querría concluir citando un párrafo de Lia, cuyo trabajo académico no pudo sustraerla de su condición íntima de poeta. El Museo del Barro se creó “irremediablemente. Aquí se resiste y cultiva el entusiasmo; esa manera de estar habitado por dioses, por una fuerza que se alimenta de la decisión de haberse quedado en un espacio donde había que hacer. Ese hacer no cesa”.

Milda Rivarola
Asunción, 24 junio 2023